domingo, 22 de mayo de 2016

GRANDES ECONOMISTAS: JUAN DE MARIANA (1536-1624)

Sinceramente creo que la historia no ha sido justa con este jesuita y gran pensador español, Juan de Mariana. Hijo natural del deán de la colegiata de Talavera, Juan Martín, y de Bernardina Rodríguez, fue bautizado por ello en La Pueblanueva el 2 de abril de 1536 (aunque nació en Talavera de la Reina a finales de 1535); a lo largo de su vida hubo de soportar muchas afrentas a causa de su humilde extracción.

El Padre Mariana se convertiría con el paso de los años en uno de los pensadores más originales y sólidos de la Escuela de Salamanca. Pronto destacó por su capacidad intelectual y tras ingresar en la Compañía de Jesús, cursó estudios universitarios en Alcalá. Hacia por 1560 fue llamado para enseñar Teología en Roma. 

Su creciente prestigio como profesor y pensador le llevarían más tarde a Lorete y Sicilia. A finales de esa misma década se traslada a París donde enseñaría la doctrina de Santo Tomás de Aquino. En esos momentos Juan de Mariana ya era una de las mentes más respetadas del Viejo Continente. En 1574, vuelve a España después de haber solicitado el traslado por supuestos problemas de salud. Problemas que no le impedirían comenzar el período intelectualmente más productivo de su vida y vivir hasta los 89 años, falleciendo en Toledo el 16 de febrero de 1624.

Su defensa de la propiedad privada y de los límites claros y estrictos del poder político continúan siendo formidables recomendaciones para la salvaguarda de los derechos individuales de todos seres humanos.

Su denuncia de la adulteración monetaria, de los monopolios, de los impuestos no consentidos y de la guerra injusta, nos dan la talla de la aplicación de los principios liberales al estudio de las agresiones contra la libertad.

Su patrocinio del equilibrio presupuestario y de una moneda sana representan el análisis y la búsqueda de soluciones de políticas económica al mismo tiempo eficaces y ancladas en principios éticos para las más importantes cuestiones sociales y económicas.

Por último, su impresionante coherencia personal incluso en las ocasiones más adversas hace que no sólo sus ideas sean fundamentales sino también su persona es un ejemplo a seguir por las actuales generaciones de las personas que defendemos la libertad del individuo dentro y fuera de nuestras fronteras.

De su obra podemos destacar dos, una de contenido político (y con polémica incluída) y otra principalmente de carácter económico (también con polémica):

Ø      De rege et regis institutione (Toledo, 1599). Este tratado, escrito a petición del preceptor de Felipe III de España, García Loaysa, trata de contravenir el naturalismo político de Maquiavelo, expone en primer lugar cómo ha de ser una monarquía y los deberes del rey, que ha de subordinarse como cualquier vasallo a la ley moral y al estado, y después expone la educación del príncipe cristiano siguiendo de cerca las teorías de Erasmo de Rotterdam en su Enchiridion. Inspirándose en Santo Tomás de Aquino, justifica como éste la revolución y la ejecución de un rey por el pueblo si es un tirano. Este libro fue solemnemente quemado en 1610 como subversivo por el parlamento de París tras el asesinato de Enrique IV de Francia.

Ø      De monetae mutatione, cuarto de sus Tractatus septem (Colonia, 1609). El contenido de este libro es el siguiente: «I, “De adventu Jacobi apostoli in Hispania o De la venida de Santiago a España”. II, “Pro editione Vulgatae o En torno a la edición de la Vulgata”. III, “De spectaculis o Sobre los espectáculos”. IV, “De monetae mutatione o Acerca de la alteración de la moneda”. V, “De die mortis Christi o El día de la muerte de Cristo”. VI, “De annis arabum o Sobre los años de los árabes”. VII, “De morte et inmortalitate o De la muerte y la inmortalidad”.». Por este libro fue denunciado por las alusiones a los ministros que modificaron el peso de la moneda (cuya denuncia ha sido expresada ya con anterioridad como defensa contra las agresiones a la libertad), y fue encarcelado por un año y medio, por orden del mismo Felipe III, y de su valido el Duque de Lerma.


JIV

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