domingo, 23 de octubre de 2016

SITUACIONES EXTRAÑAS QUE SUCEDEN EN ESPAÑA

Imaginen que se encuentran ante alguna de las siguientes situaciones, bastante habituales en la vida económica diaria en España:

Ø      Una empresa analiza los resultados de sus dos plantas. Una de ellas es muy rentable y competitiva y la otra sólo da pérdidas. Los directivos se plantean cerrar ésta y poner más recursos en aquella. ¿Podrán hacerlo?

Ø      Ha bajado la facturación. Y en un departamento se plantean un despido. Hay dos candidatos, un empleado temporal con el que el jefe está encantado y un trabajador fijo, con 12 años de antigüedad en la empresa, que ha bajado mucho su rendimiento en los últimos años. ¿Quién será despedido?

Ø      Un trabajador temporal ha encadenado casi dos años de contratos. Su jefe está contento y quiere contar con él, pero sabe que si le renueva le tendrá que hacer fijo. El problema es que no tiene claro si dentro de 3 meses seguirá en marcha el proyecto para el que le contrató originalmente. ¿Renovará?

Ø      Una empresa con 48 empleados. Le han salido un par de clientes nuevos, pero sabe que si los coge tendrá que ampliar la plantilla. El problema es que a partir de 50 empleados la legislación cambia. Si superan esa cifra tendrá que cambiar la contabilidad, le afecta en temas laborales, la burocracia se dispara. ¿Qué harán?

Ø      Un trabajador lleva unos años descontento en su empleo. Querría cambiar de empresa. Siente que no es muy productivo últimamente y que está estancado. Ahora ha recibido una nueva oferta: le pagan un poquito más (no mucho), pero lo que más le atrae es el reto profesional. El problema es que él tiene 15 años de antigüedad en su empresa y si se cambia de trabajo la pierde. ¿Qué hará?

Las anteriores son situaciones imaginarias, pero frecuentes. No hace falta poner nombre y apellidos. Todas son muy reales. Y aunque son diferentes entre sí, todas ellas tienen una característica común: existe una solución obvia desde el punto de vista económico (y no sólo económico). Sin embargo, cualquiera que las analice conociendo la realidad española sabe que existen muchas posibilidades de que los agentes implicados acaben escogiendo la peor opción. ¿Por qué? Muy sencillo, porque la legislación les incentiva a
ello.

Podría decirse que en España las normas premian o protegen la alternativa mala (o la que ya existe) y penalizan o ponen trabas a la buena (o a la nueva). Por eso:

Ø      La empresa no reubicará a sus empleados en la planta más productiva, porque hacerlo implicaría unos costes de negociación brutales y no le compensa (incluso puede que el convenio del sector le prohíba hacerlo o le imponga unas barreras casi infranqueables)

Ø      El despedido será el trabajador temporal, aunque sea mucho más eficiente que su compañero fijo.

Ø      El contrato temporal que está a punto de llegar al mes 24 no será renovado, aunque están contentos con el trabajador.

Ø      La empresa de 48 empleados subcontratará los nuevos pedidos (o incluso derivará al cliente a otras compañías) porque no puede asumir el coste de crecer por encima de 50 empleados (o creará nuevas compañías para que la original no supere la cifra)

Ø      El trabajador quemado seguirá en un puesto y una empresa que no le gustan, porque le da miedo asumir el riesgo del cambio.

Productividad y salarios

Pueden parecer casos anecdóticos, pero no lo son. Todos ellos hablan de distorsiones. Y todas estas distorsiones van en la misma dirección: una normativa que incentiva, empuja o promueve decisiones de los agentes que penalizan la productividad del conjunto de la economía. La palabra más habitual para explicar esto quizás sea "rigidez". España tiene un aparato productivo que no es capaz de responder a los cambios y que tiene dificultades para aprovechar las oportunidades. El statu quo es protegido; al recién llegado se le mira con sospecha, incluso aunque esté haciendo las cosas bien.
Benito Arruñada, catedrático en la Universidad Pompeu Fabra, habla de una legislación que "castiga la movilidad de los recursos, al que se mueve, al que crea competencia".

¿Y es tan importante ser más productivos? Pues lo cierto es que sí. Al final la riqueza de un país y de sus ciudadanos se genera a través de su capacidad para producir recursos de forma más eficiente que su vecino.
Es eso que se llama "competitividad". En España se habla mucho de salarios y de por qué cobramos menos que los trabajadores de Suecia, Dinamarca o Alemania. En ocasiones parece como si una maldición bíblica hubiera caído sobre nosotros. O como si fuera culpa del malvado empresariado nacional. Pues no.

Los dos siguientes gráficos ya los hemos publicado anteriormente (http://www.libremercado.com/20150612/tristeperociertolosespanolescobramosloquenosmerecemos1276550303/) , pero son imprescindibles en cualquier análisis que se haga de la economía española. El primero mide la productividad por hora trabajada en los países europeos. El segundo, el salario/hora. No hay más, no nos hagamos trampas al solitario. Cobramos lo que somos capaces de producir (siempre hablamos de medias, no de casos individuales).

La pregunta que nos debemos hacer es ¿por qué las empresas españolas, los periodistas españoles, los funcionarios españoles, los consultores españoles… son menos productivos de media que los daneses, suecos o alemanes? Hay muchas posibles respuestas y cada una puede asociarse a uno de los ejemplos con los que comenzamos este artículo. Somos menos productivos porque tenemos un tejido con muchísimas micropymes y pocas empresas de tamaño mediano (y en todos los países, a más tamaño se consigue más productividad). También influye la formación, que es poca y de mala calidad, tanto antes de llegar al puesto de trabajo como durante la vida laboral. Pero, ¿quién se va a gastar el dinero en formar a un empleado temporal? ¿Y qué empleado temporal se va a preocupar de formarse en una empresa en la que sabe que no durará mucho?

Por supuesto, también influye en la productividad la incapacidad de las empresas para adaptarse a su mercado, su sector o su situación interna: la mínima flexibilidad que introdujo la reforma laboral de 2012 (y asociada en la mayoría de los casos a que la empresa tuviera pérdidas) será lo primero que caiga cuando se toque aquella norma. Si una empresa no puede (o le resulta muy difícil o caro) disponer de sus recursos en función de las necesidades del mercado, sólo podrá competir con sus rivales extranjeros rebajando costes... no le dejan hacerlo con innovación o cambios productivos.

Las reformas

Llegados a este punto, es inevitable que surja el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura: "las reformas". No hay político, a izquierda y derecha, que no hable de la necesidad de aprobar y aplicar esos cambios. Y el regeneracionismo hispano, muy activo en el último año, se saca de la manga todo tipo de cambios, del contrato único a la reforma fiscal, que nos pondrían en el camino que va a Copenhague.

La pregunta sería si no estamos poniendo el carro por delante de los bueyes. Arruñada, por ejemplo, se muestra escéptico de lo que se podría conseguir si no hay primero un cambio de mentalidad en el ciudadano de a pie: "Yo creo que las instituciones funcionan bien.
La clave es que las reformas no se hacen porque la gente no quiere que se hagan. Mi tesis es que [el sistema político] funciona perfectamente, porque obedece a la voluntad ciudadana". En este sentido, alerta a los regeneracionistas que protestan porque los políticos no les hacen caso: "Los políticos cumplen su función. Aplicar las soluciones que les proponen les haría perder votos". Un gran ejemplo es el mercado laboral. En teoría, muchas de las soluciones propuestas (contrato único, mochila austriaca, nuevos modelos de contratación…) favorecen a los jóvenes, pero las encuestas repiten una y otra vez que ni siquiera este grupo de población es favorable a los cambios, "porque creen que les perjudica", explica Arruñada, sea o no cierta esa percepción.

http://www.libremercado.com/2013-04-07/gritar-mucho-y-mojarse-poco-una-foto-poco-agradable-del-espanol-medio-1276486814/ : En una encuesta realizada a 15.000 europeos, se les preguntaba qué les parecería más justo, un país en el que "los ingresos sean más equilibrados, aunque eso signifique que los que se esfuerzan más ganan cantidades similares a los que se esfuerzan menos" o un país en el que hay "diferencias en los niveles de ingresos" para premiar a los que más se esfuerzan. Pues bien, el 79% de los daneses y el 75% de los holandeses, preferían la segunda opción (dar más al que más trabaja). Mientras, España era el único país en el que había más partidarios de igualar los ingresos (54% frente a 41%) aunque eso penalice a los que se esfuerzan más.

Lo cierto es que en todas las encuestas España aparece como uno de los países menos favorables al capitalismo, las empresas o la competencia. No sólo eso, cuando la disyuntiva es meritocracia (premiar al que más se esfuerza o mejor lo hace) o igualdad de resultados sin importar el esfuerzo, los españoles están a años luz de los valores que defienden nórdicos o alemanes.

Arruñada lo explica con ejemplos del día a día, no necesariamente ligados a la actividad económica: "Cuando yo era estudiante, si sacabas buenas notas, la gente te respetaba. Ahora está mal visto destacar. ¿Socialmente qué estás creando? Y no te digo nada normativamente. Por ejemplo, en la universidad las notas tienen que publicarse con el DNI del alumno, no con el nombre. Incluso ha habido follón para que la universidad informe de forma privada a los alumnos de dónde están en el ranking de su promoción".

Y qué se puede hacer llegados a este punto. Si las reformas no se hacen porque la gente no las quiere, la única solución parece estar en cambiar cómo esa misma gente se enfrenta a las reformas. Arruñada es escéptico en los cambios artificiales impuestos desde arriba. Por eso, propone comenzar con reformas aparentemente más sencillas, pero con más calado a medio plazo: "El tipo de reformas que serían más eficaces son aquellas que nos hacen adultos a los ciudadanos. Aquellas que pongan de relieve el coste-beneficio de las decisiones. Tendríamos que tener sistemas que nos informaran más, incluso aunque no hiciéramos nada por informarnos. Por ejemplo, haciendo los impuestos más visibles o publicando los rankings escolares. Hacer más evidente que cuando pagas la gasolina la mayor parte del dinero se va a impuestos. Además, aunque es cierto que también tendrían la oposición de mucha gente, sería menor que con otras reformas que se proponen".

JIV

domingo, 16 de octubre de 2016

EL AHORRO EN LOS JÓVENES

El prefil del joven ahorrador ese el que tiene 22 años cuando empieza a apartar parte de sus ingresos, trabaja, vive en una gran ciudad, en pareja o con hijos y colabora en la economía familiar cada mes.

La conocida como generación del milenio o generación 'millennial', a diferencia de la generación precedente (y a pesar de la supuesta mala fama que se le da) si se preocupa por su futura estabilidad económica y por la de su familia. Según el Barómetro de VidaCaixa “Hábitos de ahorro en la generación millennial”, el 76% los jóvenes de entre 25 y 35 años destina parte de sus ingresos a este fin. El principal motivo es asegurarse un buen futuro (80%): garantizar su jubilación (gracias a este sistema que es un esquema Ponzi) o proporcionar estabilidad económica y protección financiera a sus hijos y, en general, a sus familiares. Desean estar protegidos ante imprevistos (60%) pero no renuncian a disfrutar del presente. Las vacaciones y los viajes (40%) son el tercer motivo más veces aducido por los jóvenes para ahorrar.

Retrato típico

El 'millennial' ahorrador es un joven que tiene 22 años cuando empieza a ahorrar, trabaja (78%), vive en una gran ciudad, en pareja y/o con hijos (58%), colabora en la economía familiar (25%) y tiene entre uno y dos productos financieros de ahorro.

Según el citado informe, de media, los jóvenes españoles ahorran unos 155 € al mes, cantidad que representa un 17% de sus ingresos. Pero existen ciertas diferencias entre hombres y mujeres. Los hombres ahorran más, concretamente un 19%. De media reservan 168 € al mes frente a los 141 € al mes de las mujeres.

Uno de cada tres jóvenes ahorra de forma sistemática una cantidad fija al mes y casi la mitad lo hace de forma puntual, cuando puede y la cantidad que le sobra al final del mes. Sin embargo, la mayoría, concretamente el 61%, querría ahorrar más. También en este punto se detectan ciertas diferencias entre sexos. Entre las mujeres, este porcentaje es incluso mayor y alcanza el 66%. Por el contrario, el 43% de los hombres asegura que ahorra justamente lo que desea.

Los 'millennials' que no ahorran

En el citado informe se constata que se trata de una generación afectada por la crisis económica y esto se refleja en su manera de ahorrar. Quienes no lo hacen es porque no trabajan (el 34% no tiene ingresos o no tiene empleo) o porque no llegan a final de mes (32%).

Del 24% de jóvenes que afirma no ahorrar a día de hoy, tres de cada cuatro (75%) sí lo lograban en el pasado y han dejado de hacerlo porque ha empeorado su situación profesional (59%) o porque la familia tiene ahora menos ingresos que antes (25%). Hasta un 70% piensa que la pensión pública no será suficiente para vivir

El 90% no sabe cuánto cobrará cuando se jubile

Gracias a este sistema Ponzi, al menos hay algo claro (yo me incluyo), la gran mayoría de estos jóvenes preocupados por su futuro económico se muestra desconfiada con respecto al sistema público de pensiones. Hasta un 70% piensa que la pensión pública no será suficiente para vivir. Se trata de una percepción extendida, a pesar de que hasta nueve de cada diez no sabe cuál será el importe aproximado de su pensión pública cuando se jubile. Sobre todo los no ahorradores son quienes muestran un mayor desconocimiento de esta cantidad: un 97% de ellos asegura no saberla. Así mismo, el 80% de los 'millennials' desconoce cuánto tiene que ahorrar para tener la jubilación que querría.

Expectativas de futuro

El 43% de los que hoy ahorran espera ahorrar más en el futuro, ya que cree que tendrá más ingresos (46%), mejor trabajo (18%) y menos gastos (11%).
La otra mitad no tiene tan buenas expectativas de mejorar su capacidad de ahorro cuando cumpla los 40. Un 35% cree que ahorrará lo mismo y un 22% considera que ahorrará menos.

Expectativas de futuro de los que no ahorran

Quienes hoy no ahorran, confían en poder hacerlo más adelante. Ocho de cada diez creen que a los 40 sí ahorrarán porque tendrán más ingresos y un mejor trabajo. Sin embargo, el impacto que la crisis ha tenido en esta generación se detecta en sus expectativas. Sobre todo los más adultos (30 a 35 años) creen que la crisis no les permitirá mejorar su capacidad de ahorro en los próximos años.
Los principales factores que conducirán al ahorro en el futuro (para todos los consultados) son: conseguir un empleo mejor pagado, alcanzar cierta estabilidad en sus ingresos y poder hacer frente a los gastos imprevistos.

¿A qué renunciarían los 'millennial'?

Los 'wearables' ('smartwatch', 'fitness tracker', etc.) son lo primero a lo que estos jóvenes dejarían de destinar recursos, concretamente el 64% lo harían así. El gimnasio (46%), la ropa (43%) o renovar el 'smartphone (40%) son, por este orden, lo primero que suprimirían. El ocio (cine, teatro, restaurantes y viajes) abre una brecha entre los más jóvenes y los mayores: mientras el colectivo de 25 a 29 años no renunciaría a su ocio por ahorrar, la franja de 30 a 35 años lo haría en mayor medida.
Los más jóvenes ahorran más en efectivo (30% de los jóvenes de entre 25 y 29 años).

Productos de ahorro preferidos

Los 'millennials' conocen varios productos de ahorro a largo plazo que ofrece el mercado, como los planes de pensiones (57%), las acciones, bonos y obligaciones (36%). Sin embargo, los productos de ahorro más contratados son las cuentas de ahorro y las cuentas corrientes (43%). Depósitos y fondos de inversión son más comunes entre los hombres (14% y 9% respectivamente) y los depósitos, además, entre la franja de
jóvenes más adultos (el 13% de los jóvenes de entre 30 y 35). Los más jóvenes ahorran más en efectivo (30% de los jóvenes de entre 25 y 29 años). Para contratar estos productos, el canal por excelencia son las oficinas (53%) aunque afirman que preferirían utilizar algo más la web (25%) y un gestor (22%) de lo que lo hacen actualmente. En lo que se refiere al seguimiento de los productos contratados, la web cobra más importancia pasando a ser el segundo canal más usado (32%). La oficina sigue siendo el canal principal (36%) e incluso querrían usarlo más de lo que lo hacen (40%).

Es interesante analizar las alternativas (aunque el informe no lo diga) que otras entidades pueden ofrecer en el tema de ahorro, tanto a largo, como a corto plazo.

Perfil de riesgo

El 61% prefiere evitar peligros a la hora de contratar productos de ahorro y mantiene un perfil conservador (no obstante, el ahorro siempre tiende a ser conservador, pues lo contrario sería perfil inversor), aunque un 23% afirma que estaría dispuesto a asumir cierto riesgo para conseguir una mayor rentabilidad.
Hasta un 40% de los ahorradores cree que la inversión en vivienda es la mejor manera de ahorrar (mucho ojo a este tema, pues la hipoteca tiene muchos costes). Todo lo contrario ocurre entre los no ahorradores: el mismo porcentaje cree que es un mal método de ahorro.

Vías de asesoramiento para el ahorro

A pesar de ser la generación de las nuevas tecnologías (tienen de media tres dispositivos electrónicos), los canales que más utilizan los 'millennials' para asesorarse sobre productos de ahorro son familiares y oficinas, en ambos casos en un 42%. Aun así, afirman que preferirían utilizar más de lo que lo hacen la web (25%) y un gestor (25%).

Esto es importante, pues creo que la vía de análisis personalizado debería de ser la opción más elegida. Una web nunca te va a dar un análisis personalizado de tu situación.

JIV