domingo, 22 de noviembre de 2015

LAS ESCUELAS MARXISTA Y AUSTRIACA

LA ESCUELA MARXISTA.


La economía marxista es la escuela de pensamiento económico inspirada en la obra de Karl Marx. La mayoría de los conceptos fundamentales de esta escuela fueron desarrollados por Marx en su obra principal "El Capital". Brevemente, explicaré el contenido de esta obra, dividida en tres libros.

Esta escuela, crítica con el capitalismo, señala que este sistema se basa en la explotación de los consumidores y de los trabajadores, y que la solución a estos problemas es deshacernos del capitalismo; y, con él, de la clase emprendedora. Conciben una sociedad socialista como aquella que acabará con las tendencias explotadoras, donde la tendrá motivos mejores y más dirigidos hacia el público y que los líderes promoverán el bien común.

Señalan que el capitalismo tiende a la concentración empresarial. Con cada vez menos empresas estableciendo los términos, el resultado son unos precios cada vez mayores combinados con unos salarios cada vez más bajos. Y conciben un ideal como aquel en el que está basado en la cooperación entre todos y una economía verdaderamente democrática. 

En el ámbito natural estos economistas, señalan que por su propia naturaleza, el capitalismo explota a los trabajadores. Puesto que todo el capital surge del trabajo, los capitalistas, para poder existir, han de pagar a los trabajadores menos de lo que vale su trabajo. Señalando que lo único que puede cambiar esto es la abolición del capitalismo y la instauración de la propiedad comunal de los bienes de producción.

Son defensores de la abolición de la propiedad privada ya que según esta escuela, la propiedad está en el centro de las más serias desigualdades y opresiones en la civilización moderna. Sólo mediante la regulación, las transferencias de pagos, la redistribución de la propiedad y la posesión común puede la sociedad alcanzar la ecuanimidad, la justicia y la dignidad humana para todos. 

Tienen una concepción muy primitiva del dinero, ya que, éste es un vehículo para la explotación que distorsiona los valores reales. El dinero no es ni necesario ni deseable, sino un artilugio artificial de la historia. El progreso social llevará a cambios sociales revolucionarios, que incluirán la eliminación del dinero. Esto acabará con la explotación y redundará en una sociedad dedicada a satisfacer valores reales en vez de beneficios financieros privados.

Como ideas que son más actuales sencillamente recalcar tres.
Sus enseñanzas son totalmente negativas con respecto a la globalización, pues señalan que en el fondo es un vehículo para la explotación de los consumidores y los trabajadores y que el único remedio (persistente en esta teoría) a estos males de la globalización es la abolición del propio capitalismo.
En el tema de la cultura, señalan que el capitalismo conlleva una industria cultural que fabrica falsas preferencias y las personas pueden pensar que la moderna cultura del consumo es la que mejor les satisface pero esto no es cierto. Los negocios se enriquecen mediante la competencia derrochadora entre los consumidores por conseguir un status social y la creación de preferencias por bienes que en realidad nadie necesita. Señalando, por si fuera poco, que el capitalismo aliena a los consumidores de sí mismos, mientras las empresas les explotan para beneficiarse.
Y ya por último, según esta escuela, los mercados son el terreno de juego donde los intereses comerciales explotan a los trabajadores y a los consumidores y que el capitalismo empobrece y aliena a las masas mientras enriquece a una reducida élite.

Como autores conocidos, además de Karl Marx (1818-1883) y Friderich Engels (1820-1895), podemos citar otros adscritos a esta escuela: Vladimir Lenin (1870-1924), Rosa Luxemburgo (1871-1919), Antonio Gamsci (1891-1937) o Oskar Lange (1904-1965) entre otros.


LA ESCUELA AUSTRIACA.

También llamada escuela de Viena, es una escuela de pensamiento económico que defiende un enfoque individualista para la economía. Esta escuela tiene tesis totalmente contradictorias con la escuela marxista, de hecho, son frecuentes sus críticas a la intervención del Estado en la economía. Su fundador fue Carl Menger (1840-1921).

Esta escuela defiende que el origen del crecimiento económico radica en el intercambio voluntario mutuamente beneficioso. Al observar la realidad ven que dentro de la economía de intercambio, los consumidores se gastan una parte de su renta en bienes y servicios para satisfacer sus más inmediatas necesidades. Concluyen que los contratos privados, la competencia en los mercados y las instituciones privadas que hacen posible la inversión y acumulación de capital son todo lo que se necesita para conseguir un crecimiento económico óptimo.

Asimismo defienden que el valor económico intrínseco de las cosas es nulo y que es un elemento subjetivo, que atribuye valor a las cosas. Un objeto es valioso sólo porque hay al menos un ser humano que cree que este objeto puede ayudar a satisfacer sus deseos subjetivos.

Esta escuela es muy crítica con los sindicatos, al considerarlos monopolios del mercado laboral, ya que se benefician de un privilegio otorgado por el gobierno. Esto reduce el empleo de los trabajadores de baja productividad y disminuye la producción total de bienes de consumo. Además, el liderazgo de los sindicatos es a menudo corrupto y se aprovecha de los propios trabajadores afiliados.

Alaban la función emprendedora al señalar que los emprendedores desempeñan una función indispensable en la sociedad. Los emprendedores están alerta ante las oportunidades de beneficio y hacen valoraciones referidas al futuro. La competencia en estas oportunidades produce pérdidas y beneficios en los balances que, a su vez, generan los precios del trabajo y del capital. Esta competencia dirige los recursos a la satisfacción de los deseos más apremiantes de los consumidores.

Los economistas de la Escuela Clásica llevaban razón al definir un monopolio como un privilegio otorgado por el gobierno, puesto que conseguir derechos legales para ser el productor preferido es la única forma de mantener un monopolio en el mercado.

Según estos economistas, en las ciencias sociales la igualdad no es un término ajustable. Los seres humanos son desiguales en sus talentos, oportunidades y voluntad de conseguir cosas. Desigual no significa superior o inferior; significa meramente distinto. Las diferencias son, precisamente, el origen de la división del trabajo y, en el mercado, no llevan al conflicto sino a la cooperación. La igualdad sólo debería tener lugar ante la ley, que debería tratar a todos los individuos por igual sin prestar atención a las circunstancias de su vida.

En contraposición con la escuela marxista, son defensores del comercio internacional, pues aumenta los niveles de vida mediante la productividad facilitando la especialización. Una mayor especialización y división del trabajo aumentan la productividad del trabajo. Señalando que la difusión del capitalismo global es clave para el desarrollo económico sostenible en todo el mundo. Por lo tanto, la globalización es buena tanto para los consumidores en el mundo desarrollado como para los trabajadores en los países en desarrollo. 

También defienden como una parte importante del proceso de coordinacnión de la producción el mercado de valores. Los precios del mercado de valores reflejan la productividad de las empresas así como los criterios empresariales referentes a la productividad futura. La competencia en los mercados de valores nos permite verificar el valor de la inversión real.

Los salarios representan la productividad descontada del trabajo en satisfacer la demanda de los consumidores (la famosa plusvalía que la escuela marxista no comprende). La demanda de bienes de consumo se traduce en demanda de trabajadores. Critican la intervención pública en los mercados (por ejemplo, leyes de salario mínimo) porque ésta provoca desempleo entre los trabajadores menos productivos.

A diferencia de la escuela marxista defienden la propiedad privada, pues ésta propiedad es una relación que surge de forma natural entre los seres humanos y las cosas materiales. La propiedad y los derechos de propiedad hacen posible el cálculo económico, una más amplia y más productiva división del trabajo y, por lo tanto, un incremento en los niveles de prosperidad. Efectivamente, la propia civilización es inconcebible en ausencia de propiedad privada. Cualquier infracción contra la propiedad da lugar a una pérdida de libertad y prosperidad.

Por otro lado, señalan que en el fondo el dinero siempre surge del trueque. Las dificultades de encontrar socios de negocios en el sistema de trueque lleva a la aparición de bienes dinero. Bienes durables, transportables y divisibles como el oro y la plata suelen acabar por imponerse como los mejores dineros. El dinero y las instituciones con él relacionadas aparecen como consecuencia no intencionada del comercio interesado. Siendo muy críticos con la intervención del gobierno, pues ésta tiende a causar inflación y otras distorsiones.

Conciben el ahorro como algo positivo. Pues aunque éste significa posponer el consumo actual, es esencial para la formación del capital.

El ahorro (que significa posponer el consumo actual) es pero no hay ningún ratio entre consumo y ahorro socialmente óptimo que debiera predominar en la sociedad. Todo depende del nivel social de preferencia temporal, esto es, hasta qué punto las personas prefieren bienes presentes antes que bienes futuros. Los individuos pueden elegir consumir en vez de invertir o viceversa. La intervención del Estado puede sesgar estas elecciones, subsidiando o gravando el ahorro o el consumo o ambos. Para tener una combinación que refleje las elecciones más económicas, el gobierno no debería tener ninguna política respecto al ahorro, incluso en el caso del ahorro para las personas mayores.

Por último, no son defensores de la propiedad comunal de los bienes de producción (por ejemplo, fábricas), pues hace que los mercados de bienes de capital (por ejemplo, maquinaria para fábricas) sean imposibles. Esto se explica ya que en ausencia de los precios de mercado, que surgen de un marco de propiedad privada, no hay ni pérdidas ni ganancias y, por lo tanto, no hay ninguna base racional para dirigir el uso de los bienes de capital hacia las demandas más urgentes de los consumidores de la manera menos costosa.

ECONOMISTAS PERTENECIENTES A ESTA ESCUELA.

Además del propio fundador ya mencionado podemos destacar los siguientes:

Ø      Eugen von Böhm-Bawerk (1851-1914).
Ø      Ludwig von Mises (1881-1973).
Ø      Frederich August von Hayek (1899-1992).
Ø      Murray Newton Rothbard (1926-1995).

Ø      Hanss-Hermann Hoppe (1949-).

sábado, 14 de noviembre de 2015

LA RIGIDEZ EN EL MERCADO LABORAL

Primero de todo, definir brevemente qué es el mercado laboral. Se denomina mercado de trabajo o mercado laboral al conjunto de relaciones entre empleadores (oferentes de empleo o demandantes de trabajo) y personas que buscan trabajo remunerado por cuenta ajena (oferentes de trabajo). Esto es importante, ya que hay gente que tiende a confundir, los trabajadores son oferentes de trabajo y demandantes de salario, mientras que el empresario es demandante de trabajo y oferente de salario.

Pues bien, por regla general hay rigideces en los mercados laborables, ya que la tasa de desempleo involuntario tiende a ser elevada y persistente, debido principalmente a la rigidez del salario (debido a la presión de sindicatos y autoridades laborales).
Distinto es el desempleo voluntario, definido como aquellos trabajadores o personas no dispuestas a trabajar a un salario dado (desde un punto de vista de la gráfica que se puede encontrar en cualquier página web, sería el tramo por encima del punto de equilibrio.

Continuando con el tema que nos ocupa, nos encontramos con que hay tres teorías que explican esta rigidez antes comentada. Veámoslas.

Ø      La Teoría de los insiders y los outsiders.

Hay instituciones que influyen en la determinación de los salarios para el intercambio, los sindicatos principalmente.
Esta teoría define a los insiders como aquellas personas que están trabajando, contraponiéndolas a los outsiders, que son aquellos que están desempleados y que desean trabajar.

Desde el comienzo de la historia sindical, estas instituciones han tratado de conseguir alcanzar tres objetivos:
  1. Aumentar los salarios.
  2. Mejorar las condiciones de trabajo.
  3. Incrementar el nivel de empleo.

Sin embargo, desde un punto de vista de la demanda de trabajo, el primer y el tercer objetivos son incompatibles entre sí, debido a la propia estructura de la función de demanda de trabajo (decreciente debido a la productividad marginal, negativa). Por lo tanto, los sindicatos se han centrado en los dos primeros objetivos.

Esta teoría señala que la oferta de trabajo tiende a desplazarse debido a la exigencia de salarios más elevados, lo que comporta una menor oferta laboral.
Sin embargo, esta oferta sindical solo representa a los oferentes que ya están trabajando, dejando fuera a los desempleados.
En consecuencia, aumentos de salarios conllevan o bien despidos o bien la no contratación de nuevos empleados. Haciendo hincapié en la oferta del trabajador, esta teoría señala que la rigidez al alza del salario tiende a restringir la contratación y por lo tanto a la reducción del desempleo.

Ø      Teoría de los salarios eficiencia.


En economía, los salarios de eficiencia son un concepto que se encuadra para explicar la causa de una parte del desempleo. Haciendo hincapié en el comportamiento del empresario dentro del mercado laboral. El empresario contrata un número de horas o de trabajadores en función de la productividad que le generan, dado un salario real.
Según esta teoría, el empresario no solo determina el nivel de empleo, sino también el salario de manera que suscite un nivel de eficiencia o productividad óptimas en el trabajo. Es decir, a mayor salario, mayor eficiencia o rendimiento.

Así, en el modelo del salario de eficiencia, el origen del desequilibrio se encuentra en un problema de acceso a la información: los empleadores no pueden conocer perfectamente el esfuerzo realizado por los asalariados en su trabajo y, en especial, si realizan el esfuerzo máximo (es decir, es difícil controlar al trabajador).
Con el objetivo de incitarlos a realizar un esfuerzo máximo, el empleador va a pagar al asalariado un poco más de lo que él puede esperar en otra empresa: este salario más elevado que el salario del mercado es el salario de eficiencia. Entonces, el asalariado tendrá todo el interés en realizar el máximo esfuerzo de manera que pueda permanecer en la empresa que le paga más.
Por el contrario, si su salario se encuentra al nivel del punto de equilibrio del mercado, el asalariado no pierde nada al cambiar de empleo y, por tanto, puede "relajar" sus esfuerzos en el trabajo: es el salario de reserva.

Esta teoría señala que ante una generalización de la estrategia de salarios de eficiencia, tenderá a una disminución de la demanda sobre el mercado laboral, ya que el trabajo es más costoso y ante ese nivel de salario tenderán a contratar menos horas o menos trabajadores. En consecuencia, este desequilibrio del mercado laboral resultará en un desempleo en masa, lo que los economistas keynesianos han denominado equilibrio de subempleo.

Ø      La teoría de los contratos implícitos.

La última de las teorías parte de considerar que los trabajadores tienen una aversión al riesgo superior a la de sus empleadores. Pues, en efecto, el empresario es neutral frente al salario.
Por tanto prefieren empleos seguros, con salarios estables aunque sean bajos, en vez de salarios altos con peligro de cierre de la empresa y pérdida del empleo.

El mecanismo funciona como si en el contrato laboral existiera una cláusula implícita según la cual los trabajadores pagarían (renunciando a parte de su salario) a sus empleadores un "seguro" contra el riesgo de quedarse sin empleo por culpa de la variación de los salarios. En otras palabras, el salario debe fluctuar lo menos posible, permaneciendo estable aunque el empresario pase por dificultades. Siendo por tanto el salario a la baja y frecuentemente utilizado en épocas de menor afluencia de oferta.

Esta teoría no es demasiado consistente y quizás en su propio argumento de la aversión al riesgo esté la clave de que la idea pueda ser la contraria de lo que se desea demostrar. Es decir, a que los trabajadores estarían dispuestos a tener salarios volátiles y a que les bajaran sus ingresos reales en momentos críticos para la empresa, antes de poner en peligro sus empleos.


JIV

lunes, 9 de noviembre de 2015

A FAVOR DE LAS SICAV

Hay muchas personas que señalan que la mejor solución a las consecuencias nefastas del estatismo y políticas de gasto (público) absurdas se encuentra en que los "ricos" (los que sobresalgan un poco más de la media) paguen muchos más impuestos.
Sin embargo, esto se queda corto y cojo, ya que más allá de el sablazo del Impuesto de Patrimonio, los ricos que pagan impuestos, están pagando un 52 % por sus rentas laborales o profesionales (porcentaje que sube a un 56% en varias autonomías) y una media de un 20% en las rentas de capital (en donde ya han pagado un 30% de impuesto de Sociedades). ¿Qué nos falta pues? Ah! Las SICAV, ese malvado instrumento de inversión que tributa solo a un 1%.
¡Qué vergüenza! ¡Un vehículo de inversión que permite a los superricos pagar un 1% en concepto de impuestos! ¡A por ellos!

Veamos. Lo primero que hay que aclarar es que las SICAV tributan al 1% de los beneficios que obtienen de las inversiones en capital mobiliario (acciones, deuda pública y demás instrumentos financieros), pero, en caso de retirar esas plusvalías acumuladas, tributan como todo hijo de vecino entre un 19,5 y un 24% (como señala este documento: http://www.agenciatributaria.es/static_files/AEAT/Contenidos_Comunes/La_Agencia_Tributaria/Informacion_institucional/Campanias/IRPF_permanente/Informacion_general/Cuestiones_destacadas/reten_ingresos_cuenta_IRPF.pdf)
Ese 1% sería, para entendernos como un impuesto de sociedades ultrareducido para la SICAV, pero cuando ésta realiza una distribución de capital, sus accionistas pagan lo mismo que en cualquier otra empresa (hasta 2010, los partícipes de la SICAV podían consignar las devoluciones de capital como reducciones de su aportación original de capital, evitándose pagar impuestos hasta haber retirado toda la inversión inicial; desde la reforma de Salgado, cualquier devolución se considera que procede de las plusvalías retenidas y, por tanto, tributa al tipo general).

Este tipo reducido es algo comprensible, por mucho que a muchos les moleste.

Supongamos el siguiente ejemplo. Imaginemos una SICAV que invierte todo en una empresa, empresa X. Esta empresa gana antes de impuestos 100 millones de euros y paga un 30% en impuesto de sociedades. Los 70 millones restantes, supongamos, son distribuidos en dividendos (sin tener en cuenta requerimientos legales que la Ley de Sociedades de Capital obliga, esto solo es un caso a título ejemplificativo). Si la SICAV tributase al 30%, solo tendría unos 49 millones netos de beneficios. Si a eso añadimos que los participes deberían pagar un 20% por esos 49 millones (pues son ganancias por dividendos), estaríamos hablando de que de esos 100 millones iniciales, los accionistas de la SICAV solo tendrían unos beneficios netos de de 39,2 millones, lo que supondría un efecto fiscal de más de un 60% de la ganancia (por impuestos directos solamente). Esto es claramente una fiscalidad tan cainita que haría, de manera totalmente comprensible, que todo ese capital huyera de España hacia otros destinos.

Yendo a lo que nos interesa, ¿Reduciríamos una parte significativa del déficit elevando la tributación por beneficios de la SICAV de ese 1% al 30%?

En 2014. el patrimonio de las SICAV era de algo más de 35.000 millones de euros. Asumiendo un rendimiento del capital invertido medio de un 10% (algo irreal, pues la gran mayoría de las SICAV no llegan a ese porcentaje), los beneficios medios serían de unos 3.500 millones de euros (el 10% del patrimonio antes citado). Suponiendo una tributación del 30%, la recaudación sería de 1.050 millones de euros, partiendo de la hipótesis de que estas SICAV no fuesen liquidadas y "emigradas" a otros países, algo que seguro harán en tal circunstancia.

Por lo tanto y en el escenario más optimista, estaríamos hablando de una recaudación adicional de poco más de 1.000 millones de euros por año. Teniendo en cuenta que el déficit del Estado es de 61.391 millones de euros (a 2014, pues el de este año todavía no está cerrado), la recaudación apenas aliviaría un 2% del déficit (los datos están ahí querido lector, para comprobarlo haga sus cálculos).
Ahora se entiende porqué ningún gobierno ha cambiado la fiscalidad de las SICAV: porque su efecto en la recaudación es mínima, y no por compadreo o connivencia con los ricos, a los que ya están esquilmando por IRPF y por Sociedades.  

Aquellos que quieren justificar nuestro sobredimensionado modelo de Estado y Administración pública (el cual supone un coste en duplicidades superior al déficit del Estado antes mencionado) tendrían y deberían ser más sinceros y no apelar a ese gran mantra que es "que paguen los ricos". No: las subidas de impuestos se dirigen a machacar a aquellos que siempre machacan: las clases medias y bajas, o sea, el 99 % de la población. Pues de ellas se nutre y parasita el Estado. La apelación "a los más ricos" es una excusa pobre para tratar de justificar el hecho de que el Estado nos mete su larga mano en nuestro bolsillo.

¿Cuál es la alternativa? Muy simple: pinchar la burbuja estatal (aunque esto, "la casta" y compañía no estará muy por la labor).

JIV

NOTAS ADICIONALES.

Cuando hablo de ricos, no me refiero a Botín, a las hermanas Koplovitz o a Amancio Ortega, sino también a cualquier otra persona que, con su esfuerzo y sacrificio personal ha conseguido llegar a una posición económica holgada (o sea, unos rendimientos anuales de unos 30.000 euros mínimos).

Cuando uno habla de crear riqueza y estimularla (como explicaré en próximos posts), no debe penalizarla, sino permitir que cualquier persona pueda conseguir una posición holgada con su esfuerzo y sacrificio sin que le pongan palos en las ruedas. En otras palabras, el objetivo de un buen gobierno a largo plazo debería ser el conseguir que en la sociedad exista una clase baja mínima, una clase media abundante (mínimo de un 60% para garantizar una estabilidad a largo plazo) y una clase alta rotatoria (y no parasitaria o beneficiaria de "rescates").

Y en otro caso, la solución no sería castigar a las SICAV, sino eliminar ese requisito de inversión mínima, permitiendo que cualquier persona pueda invertir en ese vehículo de inversión y ahorro sin un límite mínimo (que es de 1.000.000 de euros). Lo que algunos han llamado, "las SICAV de los pobres" (aunque a mí tal calificativo me parece clasista y despectivo).

Por otro lado, les dejo unos links sobre los artículos que pueden ustedes consultar para más información:

Artículo del diario Expansión sobre las SICAV

Comparativa de déficit entre países


N.B.- Este artículo está repetido en ambos blogs por una sencilla razón de facilitar difusión del mismo, como opinión personal del tema.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

LAS ESCUELAS CLÁSICA Y NEOCLÁSICA.

La escuela clásica.

El creador por excelencia de esta escuela no es otro que el escocés Adam Smith (1723-1790), escribiendo uno de los libros más influyentes de la historia de la economía: "Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones".
Lo más importante de las enseñanzas de Smith, es que los incentivos son determinantes para explicar el comportamiento humano. Además de crear el concepto de competencia perfecta, en donde los monopolios no existen y en donde nadie puede influir en la fijación de los precios (sino sencillamente por el juego de la oferta y la demanda) y acuñar el término de la mano invisible. Ideas que a día de hoy tienen muchos detractores y defensores por igual.
Además, es muy conocido por desarrollar una de las aportaciones esenciales, que no es otra que la división del trabajo (una idea similar a la productividad).

Otro de los grandes de esta escuela fue sin lugar a dudas David Ricardo (1772-1823), al que le debemos la teoría del valor, base para entender la creación de valor de una empresa o un individuo en la sociedad.
También Ricardo es conocido por constituir la teoría de la ventaja comparativa en el ámbito del comercio internacional.

Hay otros grandes economistas clásicos que, resumidamente exponemos a continuación junto a sus ideas principales.

Ø      El economista francés, Jean-Baptiste Say (1767-1832), en su tratado de economía política expone una de sus contribuciones más conocida, la Ley de los Mercados, que formuló como "los productos, en última instancia se intercambian por otros productos". Y fue bautizada posteriormente como la Ley de Say, es un elemento central de la economía clásica.

Ø      El reverendo Thomas Robert Malthus (1766-1834) es considerado como uno de los primeros demógrafos. Su principal aportación puede encontrarse en su libro "Ensayo sobre el principio de la población". En la Ley de Malthus, se establece que el crecimiento exponencial de la población es manifiestamente negativo, pues ante la escasez de los recursos, genera desigualdad económica, miseria y pobreza de manera natural e irremediable; y que el equilibrio se alcanza mediante la muerte y sus diferentes formas (las epidemias, el hambre o la guerra). Aunque sus ideas pueden ser muy controvertidas a día de hoy, si que es cierto que ha ejercido una notable influencia  en ciertos pensadores que advierten del peligro de la superpoblación mundial (quizás relacionado con el catastrofismo).

Ø      El pensador francés Claude Frédéric Bastiat (1801-1850), puede considerarse como uno de los mejores divulgadores del liberalismo en la historia. Fue un firme defensor del libre mercado, como inherente a la armonía entre los individuos, siempre que el gobierno se limitara a proteger las vidas, libertades y propiedad de los ciudadanos. Y una de sus ideas más influyentes no es otra que la tésis de la ventana rota, que consiste en que para determinar si una medida es buena o mala, han de mirarse sus consecuencias a largo plazo para toda la población, y no sólo las que tienen lugar a corto plazo para una parte de la misma. Además, Bastiat era un crítico del proteccionismo en donde critica, de manera satírica, la irracionalidad del mismo.

Ø      John Stuart Mill (1806-1873), es considerado como el padre del utilitarismo. En donde establece  el «principio de la mayor felicidad» sosteniendo que uno debe actuar siempre con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas, dentro de lo razonable. También es conocido por ser uno de los que acuñó el famoso límite de la libertad individual: el hecho de que el individuo ha de ser libre para hacer cuanto desee mientras no dañe al prójimo. Así también fue uno de los primeros en señalar los peligros de la tiranía de la mayoría y de acuñar el término libertad de expresión. Por último, destacar que fue un firme crítico de la esclavitud y del sometimiento de las mujeres (lo que para algunos supone el padre del feminismo).


Ø      La escuela neoclásica.

Esta denominación es utilizada para en general referirse a un enfoque económico basado en una tentativa de integrar al análisis marginalista algunas de las percepciones provenientes de la economía clásica. En otras palabras tratar de introducir un lenguaje formalizado, que llevó a la asimilación de la matemática en la economía. Entre otros desarrollos, el marginalismo es responsable del individualismo metodológico que caracteriza muchos de los estudios en el área incluso en el presente.

Esta escuela basa sus tesis (de manera general y sucinta) en tres pilares.

Ø      Primero. La consideración de la oferta y la demanda en la determinación de los precios.
Ø      Segundo. Los neoclásicos otorgan gran importancia al papel del dinero en asuntos económicos.
Ø      Tercero, los neoclásicos extendieron el análisis económico a otras situaciones que las consideradas tanto por los clásicos como los marginalistas, es decir, examinaron no solo situaciones de monopolio, duopolio y competencia perfecta, sino también situaciones de competencia imperfecta.

Hay tres economistas notables a destacar en esta escuela que brevemente exponemos.

Ø      El economista británico Alfred Marshall (1842-1924). Creador de la escuela de Cambridge y profesor de Keynes. Su gran obra es Principios de economía, considerado como el primer manual universitario contemporáneo. Incorporó avances matemáticos en el concepto de equilibrio, además de avanzar la teoría de la oferta y la demanda como base para la teoría del valor (en cuanto al precio de intercambio).

Ø      León Walras (1834-1910). Este francés es uno de los economistas más notables de su país. Es considerado el fundador de la economía matemática, siendo el primero en analizar y describir como un problema matemático el equilibrio general de la competencia perfecta para explicar la determinación de los precios debido a las interacciones entre los mercados. Un trabajo no completo, pero que proporcionó los fundamentos para un trabajo ampliado de la teoría general del equilibrio.


Ø      Wilfredo Pareto (1848-1923). Este italiano fue un autor muy prolífico, escribiendo obras de economía y panfletos antigubernamentales desde 1870 hasta la llegada de Mussolini, criticando el intervencionismo y la falta de democracia. Continuador de los neoclásicos y demócrata radical, en 1906 hizo la famosa observación de que el 20% de la población poseía el 80% de la propiedad en Italia (conocida como la regla del 80-20). En 1909 introdujo un índice que medía la desigualdad de la distribución del ingreso y mostró el modo de distribución de la riqueza. Es también conocido por establecer la teoría del óptimo paretiano, en donde enuncia que en equilibrio general debe llegarse a una situación tal que todos los individuos consumidores y todos los agentes productores y oferentes se encuentren en el punto en el que no puedan mejorar su utilidad sin perjudicar la de otro (es decir, alcanzan un óptimo de satisfacción).