jueves, 21 de marzo de 2024

ECONOMÍA. LA ESPECULACIÓN.

La especulación se ha asociado tradicionalmente con subidas de precios, y con desabastecimientos. Siempre ha tenido “mala fama”.

Según algunos, los especuladores solo entran en escena para acaparar unidades de algún bien, limitar su oferta, encarecer su precio y en definitiva, lucrarse con el mal ajeno. En esta visión, no podemos hacer otra cosa que no favorecer estos comportamientos y no congraciarse con un oficio que tiene como cometido, según este relato, hacer sufrir a las masas para enriquecerse y concentrar la riqueza en cada vez menores manos.

 

Pero este discurso, encaminado a un determinado objetivo, que no es otro que negar la verdadera función y utilidad del especulador no se sostiene.

Primero, porque cualquiera puede ser un especulador, pues especular viene del latín, speculari, que significa observar desde lo alto. Cuando se decide comprar un bien, servicio o instrumento financiero o prestar dinero, y también cuando se decide no hacerlo, se está tomando una decisión de manera especulativa y se contribuye a la determinación de los precios de mercado. Al hacerlo, se ve o se observa desde lo alto un escenario futuro en función del cual se hacen o se toman decisiones, por lo que, en consecuencia, se está especulando.

 

¿Cuáles son las funciones que desarrolla el especulador profesional? Pues básicamente son dos:

-         Los especuladores redistribuyen los bienes o activos interespacial o/y intertemporalmente.

-    Facilitan los intercambios y acumulación de bienes y activos, dotándoles de un mayor volumen de negociación e incluso precio.

 

 I) REDITRIBUCIÓN INTERESPACIAL E INTERTEMPORAL.

 

Los especuladores intentan comprar los bienes o activos cuando o donde están más baratos para venderlos cuando o donde estén caros. Gracias a ello, los bienes se encarecen en aquellos lugares o momentos en los que son relativamente más sobreabundantes para abaratarlos en aquellos otros en los que son por el contrario, más escasos.

Sin la especulación, las diferencias de precios entre dos puntos geográficos o temporales distintos serían mucho más abruptas.

 

Lo mismo sucedería con la distribución intertemporal de los bienes. Si bien, en este caso, los efectos de la especulación suelen ser bastante peor comprendidos.

El especulador compra hoy, cuando un bien o activo está barato por ser sobreabundante, con el propósito de vender mañana, cuando este mismo bien será más escaso y por tanto más caro; gracias a ello, encarece el bien o activo presente y lo abarata en el futuro. Merced a ello, las fluctuaciones de los precios (y de las disponibilidades de bienes) a lo largo del tiempo se reducen sensiblemente, evitando saltos abruptos.

De hecho, el especulador que esté muy seguro de sus previsiones podrá potenciar su actividad de estabilización de precios pidiendo prestado.

 

Llegados aquí, conviene matizar que la distribución de los bienes que efectúan los especuladores no tiene porqué basarse únicamente en la estrategia más común de comprar barato y vender caro. También puede operar en el orden inverso: el especulador puede empezar vendiendo caro, para después, comprar barato.

 

Y al igual que el especulador podía pedir prestado dinero para comprar mercancías o activos hoy y revenderlos mañana, también puede pedir prestados los propios bienes o activos para venderlos hoy y recomprarlos mañana (saldando el préstamo mediante la entrega física de ese bien o activo). A esto es lo que se denomina una venta corta.

Asimismo, puede darse el caso un tanto más radical, de que el especulador venda a plazo bienes que ni posee ni ha pedido prestados: en tal supuesto, lo que realmente enajena el especulador es el compromiso de entregar en un momento determinado este bien o activo, a esta operación se le conoce como venta al descubierto.

 

II) INTERCAMBIOS, ACUMULACIÓN Y VOLUMEN DE MERCADO.

 

Junto con la distribución espacial y temporal de los bienes hay que mencionar esta otra función de la especulación: facilitar el intercambio y la acumulación de bienes y activos dotándolos de un mayor volumen de negociación y/o incluso de precio.

 

Sin especuladores, una persona solo podría vender un bien o un activo si encontrara justo en ese momento a otra persona que deseara comprar ese mismo bien o activo a un precio y en unas condiciones que beneficiaran a ambos.

Es evidente que en un mundo así, los intercambios serían notablemente menores a los actuales (es costoso encontrar siempre a la contraparte necesaria en el momento deseado) y, por tanto, la tendencia a acumular grandes cantidades de bienes o de activos de los que nos querremos desprender en el futuro también sería menor.

En otras palabras, las menores posibilidades de intercambiar bienes y servicios se traducirán en un menor incentivo a invertir en empresas que los produjeran a gran escala (adiós pues, a las economías de escala) y, asimismo, la mayor dificultad de desprenderte de acciones o de bonos a buen precio (por falta de contrapartes) también implicaría un menor incentivo a ahorrar e inmovilizar el capital en esos instrumentos (de modo que los mercados de capitales se atrofiarían encareciendo la financiación empresarial).

 

Afortunadamente, los especuladores también ejercen como intermediarios para conectar a los dispersos compradores y vendedores finales. Son ellos quienes sirven como contraparte para comprar o vender cuando pocos más quieren hacerlo. Además, en los casos extremos en los que nadie más quiera comprar o vender, los especuladores serían los únicos agendes de mercado que se atrevan a tasar (dar precio) ese bien económico o activo, tanto para que otros puedan comprarlo (asked Price o precio pedido) como para que puedan venderlo (bid Price o precio ofrecido). En pocas palabras, los especuladores conscientes de que las órdenes de compra y de venta están distribuidas irregularmente en el tiempo y el espacio, acumulan inventarios de un bien o activo cuando todos quieren vender y liberan su inventario cuando todos quieren comprar. La fuente de su beneficio procede, en este caso, de que (como cuando se va al banco a obtener divisas) compran el bien o activo más barato de lo que después lo venden.

 

Gracias a la función de la creación de mercado, por consiguiente, los especuladores orientan la valoración de los bienes o activos (en momentos en que nadie más quiere intercambiarlos) y, sobre todo, les proporcionan un volumen de negociación lo suficientemente amplio como para que otras personas, al saber que casi en cualquier momento podrán desprenderse de ellos a buenos precios, ahorran e invierten en su producción.

 

III) CONCLUSIONES.

 

En definitiva, los especuladores facilitan enormemente la coordinación de los agentes económicos llevando, por un lado, los bienes o activos al lugar o momento más valorado y facilitando, por otro, las operaciones de intercambio y acumulación de estos últimos.

 

Por supuesto, el especulador puede equivocarse, y en lugar de estabilizar los precios, puede desestabilizarlos todavía más (comprando cuando él cree que está barato y teniendo que vender luego todavía más barato, o vendiendo cuando cree que está caro para recomprar luego todavía más caro); en especial si realiza sus operaciones vía crédito.

 

Pero no parece muy consistente poner en duda la actividad especuladora por el hecho de que pueda resultar falible (imperfecta), todo en la vida lo es y no por eso sometemos a severas críticas otros aspectos. Más que nada porque el especulador se enriquece cuando acierta, pero se hunde en la miseria cuando fracasa (en ausencia de rescates estatales): comprar caro para vender barato o vender barato para recomprar caro no parecen los negocios más lucrativos que uno pueda imaginar, en especial si al llevarlo a cabo uno se ha endeudado. Otra cosa distinta, y más habitual, es criticar a los especuladores cuando aciertan y porque aciertan (la verdad nunca es un plato fácil de digerir).

 

JIV

No hay comentarios:

Publicar un comentario