La situación por la que ha atravesado el Banco Popular me ha
confirmado ciertos hechos sobre el "negocio bancario", que creo
subrayar pues casi siempre se ignoran o se hablan de pasada.
Primero. Es un negocio técnicamente quebrado. Si, si, técnicamente
quebrado. Pues por muy solvente que sea un banco, por muy bien gestionado
que esté, no es capaz de hacer frente a una retirada masiva de fondos (aunque
estos no supongan más que una cuarta parte de sus pasivos). Es difícil de
comprender, pero para que ustedes lo puedan ver, hay una escena de Mary Poppins
que lo explica muy bien.
Segundo. Una excesiva regulación solo añade complejidad y
resta rentabilidad a la propia actividad. Que sí, que es verdad, la regulación
bancaria nunca ha sido tan extensa, tan compleja y tan inútil como lo es la
actual (ya sé que no gusta decirlo, pero la regulación excesiva es mala).
Y esto afecta no solo a la dificultad de la supervisión (Que
la convierte en ineficaz) sino también a la propia gestión del banco.
Deberíamos volver a la época de Basilea I sinceramente, en donde los criterios
de selección de riesgos eran muy simples y muy prudentes.
Tercero. Crear bancos sistémicos no es la mejor solución. El
"too big to fail" es nefasto, y tiene un riesgo moral enorme. Sobretodo
en un entorno en el que somos dependientes de la banca (En EEUU la banca en
volumen de activos no llega al 30% de su PIB, en Europa la media está entorno
al 150%, en algunos países es hasta superior al 200%).
Y cuarto. No ejercer acciones penales o civiles contra una administración
del banco manifiestamente incompetente no ayuda a mejorar la gestión bancaria.
Se necesita eliminar este sistema de incentivos perversos (rescates, no
exigencia de responsabilidades civiles o penales) que hacen que la
administración de la entidad no se "autodiscipline" en la mejor gestión
del banco. Y aquí la supervisión vuelve a fracasar.
En fin, son reflexiones muy interesantes que había que
plantear.
JIV
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