Estamos ante el que puede ser el economista más famoso del mundo, considerado como padre de la economía moderna (con permiso de los escolásticos de Salamanca) al ser el autor de una teoría que combina historia, naturaleza humana, ética y desarrollo económico de una manera realmente ejemplar.
Adam Smith nació en 1723 en la pequeña ciudad escocesa de
Kirkcaldy, justo al norte de Edimburgo, y fue el hijo único de un padre que
murió pocos meses antes y de una madre que vivió noventa años.
A los 14 años, obtuvo una beca para estudiar en la
Universidad de Glasgow y más tarde otra para la Universidad de Oxford. Fue uno
de los filósofos más importantes de su época y pronunció conferencias sobre
ética, teología natural, jurisprudencia y economía política. Fue discípulo de
Frances Hutcheson, amigo de David Hume y François Quesnay, y consta que sus
discípulos viajaban de varios países a escuchar sus ideas progresistas sobre la
filosofía moral que fue la base de la ética kantiana.
En 1764, Smith dejó la enseñanza para aceptar un puesto como
tutor para el hijo de un duque y pasó varios años en el continente, en
particular Francia, tomando contacto con muchos pensadores franceses como
François Quesnay, la figura principal del movimiento de los Fisiócratas,
considerada como la primera escuela de pensamiento económico después de la
escolástica de Salamanca. Quesnay es el autor del "Tableau
economique" y el constructor de los esquemas del flujo circular de la
renta y el gasto, que ejerció una gran influencia en Smith. A su regreso, se
retiró a su ciudad natal y pasó diez años en el estudio y la escritura,
repensando las ideas de los fisiócratas que pensaban que cualquier política que produjera el efecto de ampliar el flujo circular
era coherente con el crecimiento económico.
La teoría de los
sentimientos morales.
Aunque Adam Smith era tímido y retraído, fue un excelente
profesor y conferencista, querido por colegas y discípulos. En 1759, a los 36 años,
publicó el primero de sus dos libros, la teoría de los sentimientos morales, considerada una obra cumbre y excepcional
en la historia intelectual del mundo, aplaudida por David Hume, pese a
tensionar su Tratado de la naturaleza humana. Se trata de una obra pionera en
la ética y la filosofía moral, que precede a la obra de Immanuel Kant. No es
extraño que Kant dedique siempre palabras generosas a Adam Smith.
La importancia de esta obra es el cuestionamiento que hace
Smith a la tesis de Thomas Hobbes planteadas en el Leviatán (1651) que
considera al hombre un depredador del hombre (el hombre es el lobo del hombre).
Smith se opone a la idea de un hombre inseguro y precario que ve en otro hombre
a un competidor con el cual tendrá una guerra a muerte. Para Hobbes, es esta
precariedad humana la que obliga la creación del Leviatán, el Estado Político
al cual el hombre transfiere su libertad y, por tanto, su capacidad de
asesinar. Casi 90 años más tarde, Hume fue muy débil en su tratado de la
naturaleza humana. El cambio radical lo hace Smith, quien demuestra que el hombre tiene la facultad de empatía,
lo que permite a un sujeto ponerse en el lugar de otro sujeto. Con esto ofrece
una concepción dinámica e histórica de la naturaleza humana, criticando la
concepción de su maestro y amigo.
La riqueza de las
naciones.
El análisis sobre el proceso de crecimiento económico está
desarrollado en esta obra, publicada en 1776 (en el año de la independencia de
Estados Unidos y de la muerte de David Hume). Su nombre original es
"Investigación sobre la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones".
En esta obra Smith continúa su línea antihobbesiana demostrando que el hombre
es un ser social que colabora y participa con otros hombres. Temas como la
división del trabajo (con su clásico ejemplo de la fabricación de alfileres),
el origen y uso del dinero, los precios de los bienes, los salarios, los
beneficios de los accionistas, la renta de la tierra y la fluctuación de los
valores de la plata y el oro son analizados en los cinco libros que componen
esta tesis.
En el libro II, Smith se aventura ya a esquematizar una
tesis sobre el capital y una distinción sobre el trabajo productivo y el
trabajo improductivo (tema que retomará Marx casi cien años después). En el
libro III traza un relato del desarrollo de Europa desde la caída del Imperio
Romano, mientras que en el libro IV analiza y critica las políticas comerciales
de los países europeos, trazando argumentos a favor del libre comercio. Toda la
extensión del libro V la deja para la recaudación de tributos, con gran detalle
histórico sobre los diferentes métodos de defensa, administración de justicia,
el poder de la Iglesia, el origen y el crecimiento de los ejércitos, y el
manejo de la deuda pública en las naciones modernas. Como puede verse, Smith
aborda temas de gran variedad y relevancia.
El éxito que tuvo esta monumental obra opacó el éxito
alcanzado por su otra obra, la teoría de los sentimientos morales, en una
brecha que se ha acrecentado con el tiempo. Incluso en muchos casos, se toma
esta obra como la central del pensamiento de Smith sin hacer referencia a la
predecesora. Este abandono es más claro en las relaciones entre ética y
economía que plantea Smith en su primera obra, así como en la necesidad de
reconocer la pluralidad de las motivaciones humanas, y las exigencias que pone
a la racionalidad.
Hay que tener en cuenta un elemento en el análisis de la
obra de Smith. La influencia de la "fábula de las abejas" de Bernard
de Mandeville, texto que argumenta que los
vicios individuales hacen la prosperidad pública. Este elemento se
convierte en uno de los temas centrales, pues señala que la motivación para el
cambio económico en el mercado no tiene que valerse de ningún otro objetivo más
que la búsqueda del interés propio:
"No es de la
benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero que esperamos nuestra
cena, sino de su relación con su propio interés. Nos dirigidos, no a su
humanidad sino a su amor propio".
En la tradición de la interpretación de Smith como el gurú
del egoísmo (así se le ha llamado), la lectura de su obra no es mayor que esas
líneas, pero no habla nada de la distribución o producción, sino meramente del
intercambio. Smith discute el funcionamiento del sistema económico en general,
y del mercado en particular, en relación a que los seres humanos no se guían
solo por el beneficio propio; pues sostiene que la humanidad, la justicia, la
generosidad y el espíritu público, son cualidades centrales para el
funcionamiento de la sociedad.
La mano invisible.
Estamos ante una de las ideas centrales de Smith, muy
polémica, pues se le ha achacado en pecar excesivamente de una confianza ciega
en el mercado, lo que no es del todo cierto. Veamos lo que dice textualmente
para salir de dudas:
"Pero es sólo por
su propio provecho que un hombre emplea su capital en apoyo de la industria;
por tanto, siempre se esforzará en usarlo en la industria cuyo producto tienda
a ser de mayor valor o en intercambiarlo por la mayor cantidad posible de
dinero u otros bienes (…) En esto está, como en otros muchos casos, guiado por
una mano invisible para alcanzar un fin que no formaba parte de su intención. Y
tampoco es lo peor para la sociedad que esto haya sido así. Al buscar su propio
interés, el hombre a menudo favorece el de la sociedad mejor que cuando
realmente desea hacerlo".
En los tiempos de Smith una de las obras cumbres de la
ciencia eran los Principios Matemáticos de Isaac Newton (1667). Es el propio
Newton el que introduce la idea de la mano invisible cuando, al referirse a los
astros en el Universo, señala que estos parecen estar ordenados por la mano invisible de Dios. A Smith
le gustaba esta idea de una mano invisible que ordena las actividades en el
mercado, pero asegura que nadie puede
estar guiado por motivos de rentabilidad pura. Smith está convencido de que
para el correcto funcionamiento de una economía de mercado se deben regular sus
errores. Por eso defiende las ideas de la Economía Política que buscan asegurar
al Estado los ingresos suficientes para proveer los servicios públicos como la
educación gratuita y el alivio a la pobreza.
El tema de la desigualdad y la pobreza es clave para Smith y
por eso las políticas económicas deben enmendar esta falla. Smith es plenamente
consciente de que una ampliación de la
desigualdad puede arrastrar al colapso a la economía de mercado, y por eso
que para su correcto funcionamiento el Estado debe garantizar el acceso de
todos los agentes económicos a los mecanismos de mercado, sea por la vía de la
regulación o por la de intervención. Al contrario de las ideas que se han
masificado, Smith fue un claro defensor de la estructura institucional y de los
valores sociales que trascienden el afán de lucro. Con la introducción de las
ideas de una economía de mercado abierta a todos los hombres, Smith consigue
superar el conflicto entre Estado e individuo. Hace 230 años y en las puertas
de la revolución industrial, Smith visionó un futuro prometedor para la
humanidad donde los temas de ética y desarrollo son indisolubles.
JIV
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