Este filósofo, religioso y teólogo navarro nació en el seno
de una familia noble agramontesa de origen baztanés. Hijo de Martín
de Azpilcueta y de María de Jaureguízar, oriundos de los palacios de sus
apellidos situados en el valle de Baztán.
En 1509 inicia estudios
de Filosofía y Teología en la Universidad de Alcalá,
fundada entonces por el cardenal Cisneros, donde permaneció durante 4
años. Graduado en ambas ciencias, cursó después Derecho Canónico en
la universidad de Toulouse, la más famosa en aquel tiempo para el estudio
de esta disciplina. Obtuvo la cátedra de Cánones de dicha universidad a la edad
de 26 años, impartiendo clases en dicha universidad, así como en la
de Cahors.
Durante su estancia en Toulouse se
ordenó sacerdote, regresando a Navarra en 1523, a pesar de las
ofertas recibidas para permanecer en dicha universidad. En el viaje de vuelta, se
detuvo en Roncesvalles, cuyo prior era en aquel
momento Francisco de Navarra, donde tomó el hábito de la Orden de
Canónigos regulares de san Agustín cuando contaba 30 años de edad.
Fue catedrático en Salamanca durante catorce años,
en el transcurso de los cuales asistió en cierta ocasión a escucharle el
mismísimo emperador Carlos V, ante el cual disertó acerca del origen
democrático del poder (ideas muy revolucionarias para la época. Formó
discípulos, entre los que se cuentan Diego de Covarrubias, el jurisconsulto
portugués Arias Pinelo, Francisco Sarmiento y Pedro de
Deza.
Por orden del emperador pasó a la Universidad de
Coímbra (Portugal), recién fundada por los monarcas portugueses. Una vez
allí, el rey Juan III le concedió en 1538 la cátedra de
Prima de Cánones y una renta anual de ochocientos cincuenta ducados, además de
una chantría en la catedral de aquella ciudad.
Durante su estancia en Coimbra, además de su actividad
docente, ejerció influencia en la vida pública portuguesa como consejero y confesor
de personalidades ilustres. Fue consultado acerca de diversos asuntos por los
tribunales de la inquisición y se le quiso dar un obispado, lo cual
rehusó. Después de dieciséis años de docencia en aquella Universidad, determinó
abandonar aquel reino para emplearse en el estudio y en las tareas necesarias
para la publicación de sus obras.
Falleció en Roma el 1 de junio de 1586.
Considerado a la vez como teólogo, jurisconsulto y economista.
Autor de numerosos ensayos. Perteneció Escuela de Salamanca junto con
otros jesuitas, dominicos y franciscanos, muy anteriores a los fundadores de
la Economía Clásica (Gran Bretaña, siglo XVIII, Adam Smith y
sus seguidores, entre otros), que se tienen generalmente como iniciadores de la
economía moderna, sin serlo (ya que los iniciadores de la economía moderna no
fueron otros que los miembros de la Escolástica de Salamanca y de Alcalá).
Se ocupó de los efectos económicos de la llegada de metales
preciosos de América, siendo el primer formulador de historia de la teoría
cuantitativa del dinero (mucho antes de que Irving Fisher en el siglo XX la
dotara de contenido matemático); hizo notar la diferencia existente entre la
capacidad adquisitiva del dinero en los distintos países según la abundancia o
escasez de metales preciosos que hubiera en ellos. Define lo que se llamó
la teoría del valor-escasez en los siguientes
términos: "Toda mercancía se hace más cara cuando su demanda es más fuerte y
su oferta escasea".
Por otro lado, condenó el préstamo con interés usura y
a los especuladores que tenían ánimo de lucro, por considerar que impedían el
correcto funcionamiento del mercado orientado hacia el bien común. Es quizás su
aportación más importante, como puede verse en su principal obra De Usuras y
Simonía (de 1569).
JIV